lunes, 3 de enero de 2011

Minicuento

Me encuentro ahora interesado en que los niños le tomen cierto amor y cierto gusto a la literatura. Para ello, hemos empezado a leer algunas cosas, visitamos frecuentemente la biblioteca y hablamos a veces de literatura. Recordé entonces que hace un tiempo escribí algunos cuentos, de los cuales no tengo copia aquí en Canadá. Así que decidí escribir un pequeño minicuento, al estilo de los que escribía antes, para leerlo y analizarlo con los niños. Hoy deseo compartirlo con ustedes. Espero que les guste.


La sombra de la guerra

La guerra. Siempre la guerra. Su vida había estado marcada por la guerra. De niño, la había conocido por las historias que le contaba su padre, quien había participado en la primera gran guerra. Ahora, en la trinchera, entre el ruido de las balas que zumbaban y las bombas que caían, recordaba plenamente todas sus palabras. Los gritos de desesperanza, las miradas perdidas, el furor apagado con el cual se atacaba a los enemigos, todo ya lo había conocido antes en las palabras de su padre. Ahora, parecía como si transitara por caminos ya conocidos y como si viviera de nuevo cosas que ya había vivido antes.

Pero no todo lo que decía su padre podía ser real, pensaba. Entre las historias que le contaba se mezclaba la realidad y al fantasía. Decía su padre, por ejemplo, que en el fragor de la batalla se debía tener cuidado para distinguir los vivos de los muertos, ya que los muertos podrían confundir a la persona y aumentar sus riesgos de ser alcanzado por una bala. Era importante fijarse en la sombra, ya que mientras para los vivos su sombra los acompañaba adonde fueran, para los muertos que deambulaban perdidos entre las tropas, la sombra era sólo un recuerdo que permanecía al lado de su cuerpo inerte.

De nuevo el sonido de las bombas anunciando una nueva batalla que comienza. Esta guerra había durado más de lo supuesto Se creía que el enemigo sería vencido rápidamente, pero las tropas contrarias habían demostrado más coraje del esperado. Los días se habian vuelto semanas y las semanas  meses y ahora los meses se convertían en años y él seguía enterrado en estas trincheras esperando la tan ansiada victoria que se resistía a llegar.

Ahora la deseperanza daba paso a una momentánea euforia. La batalla se hace más intensa entonces, las bombas caen con más frecuencia y se puede casi sentir el roce de las balas enemigas. Pero él se siente más libre y más suelto. Se diría que en lugar de caminar podía casi flotar en el aire. Un poderoso impulso se apodera de él y se sumerge de lleno en la batalla. Sus miedos desaparecen y aunque queda más expuesto a ser alcanzado por las balas enemigas, sus compañeros reconocen su valor a enfrentarse al ejército contrario.

Pero siente algo extraño. El sol, que a esta hora del día es más fuerte, da de lleno en su cara. Siente miedo. Lentamente gira su cabeza y mira hacia atrás. Su más oscuro presentimiento se hace realidad. Con tristeza ve un cuerpo inerte del cual brotaba aún algunos hilos de sangre de los agujeros que habían perforado las balas y la sombra, su propia sombra, aferrada a esa masa fatigada que ya no le pertenecía. 

1 comentario:

Dominic Abreu dijo...

Me encanto el cuento. Lo empece a leer a ver q tal y en verdad tuve que terminarlo, porque la lectura me atrapo. Eso hace una buena narracion. Felicidades!

Dominic